Silvicultura urbana en dos mundos diversos

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R.J. Olembo P. de Rham

R.J. Olembo es Director Adjunto del Departamento de Ordenación Ambiental del Programa de las Naciones Unidas para el medio ambiente Nairobi;

P. de Rham fue Oficial superior de programas del Servicio de Ordenación Ambiental, PNUMA, y actualmente reside en Suiza y trabaja como consultor sobre el medio ambiente.

La intervención municipal, cuando existe, frecuentemente se limita al trazado de las calles; prácticamente nunca se prevén espacios verdes para el futuro… Por consiguiente, las nuevas zonas urbanas del Tercer Mundo suelen carecer de árboles.

· Se reconoce en general que la calidad de la vida en una zona urbana depende en gran medida de la cantidad y calidad del espacio verde existente dentro de ella o en sus proximidades. Cuando existen, los espacios verdes suelen consistir en árboles y, aparte su valor estético, cada vez se considera más decisiva su función protectora del medio ambiente urbano. Teniendo presente la rápida tasa de urbanización que hoy se registra en todo el mundo, cabe esperar que la silvicultura urbana se convertirá en una rama muy importante de las ciencias forestales.

En 1974 se estimaba que el 34 por ciento de la población mundial vivía en zonas urbanas; en 1984 esa proporción habla aumentado al 41 por ciento, y se prevé que ascenderá al 48 por ciento en el año 2000.

El crecimiento de la población urbana es mucho mayor en los países en desarrollo que en los desarrollados. La tasa de crecimiento anual en los primeros fue del 3,7 por ciento en 1976-80, mientras que en los países desarrollados sólo fue del 1,3 por ciento entre 1974 y 1984, y se prevé que seguirá disminuyendo hasta situarse en sólo el 1 por ciento aproximadamente en el año 2000. En Bélgica, por ejemplo, sólo el 2 por ciento de la población vivía en ciudades en el año 1800; en 1950 la población urbana habla aumentado al 20 por ciento, y probablemente superará el 60 por ciento en el año 2000 (Impens y Stenbock-Fermor, 1976).

La alta tasa de crecimiento de la población urbana en los países en desarrollo se explica fácilmente por sus elevadas tasas de natalidad y por la migración en gran escala desde las zonas rurales a las ciudades, fenómeno que frecuentemente se agudiza por acontecimientos aciagos como la sequía y guerras locales.

A efectos del presente articulo, sin embargo, no sólo interesa el número de personas involucradas, sino también la superficie total afectada por el proceso de urbanización. Teniendo esto en cuenta, cabe decir también que dicho proceso sigue siendo muy intenso en los países industrializados muy desarrollados.

Las nuevas zonas urbanas del Tercer Mundo suelen carecer de árboles

Países desarrollados

En los países desarrollados normalmente se observa una concentración de la población en algunas zonas particularmente atractivas, por ejemplo algunas zonas costeras, más que una afluencia a las grandes ciudades. La población residente en las ciudades más antiguas ha disminuido, ya que muchas personas han abandonado los centros muy densamente poblados para trasladarse a zonas suburbanas más agradables. Esta evolución, que ha sido en gran parte consecuencia de la revolución del automóvil, ha dado lugar a una serie de problemas urbanos, tanto en los centros antiguos, que frecuentemente se sumen en una de cadencia económica y social, como en las nuevas zonas urbanas y suburbanas, algunas veces de gran extensión.

La «actividad forestal en las calles» puede ser y sin duda ha sido un instrumento muy eficaz cuando ha estado acompañada de otras medidas de rehabilitación del casco antiguo de las ciudades. No obstante, las nuevas zonas suburbanas, debido a su gran extensión, son las que plantean mayores retos para la silvicultura urbana.

La principal característica común a estas zonas recientemente urbanizadas es una densidad de población relativamente baja. Por supuesto, sigue siendo muy superior a la de las zonas rurales circundantes, en las cuales no es infrecuente que la población disminuya. Aunque la densidad de población en aquellas zonas tiende a aumentar con el tiempo, generalmente suele ser mucho menor que en el centro de las ciudades o incluso en los suburbios más antiguos.

Son numerosos y graves los efectos negativos de esta extensión suburbana en el medio ambiente. Generalmente se urbanizan primero las mejores tierras bajas agrícolas, con la consiguiente disminución de la producción agrícola, que es desplazada a zonas menos apropiadas. La contaminación de ecosistemas naturales y seminaturales, como los bosques, y el aumento de la presión sobre ellos, debido a su uso y abuso por el ser humano representan una amenaza. La calidad de las aguas y su aprovechamiento resultan alterados. Y lo peor tal vez sea la superficie cada vez mayor de suelo biológicamente productivo que queda enterrada bajo el cemento y el asfalto por la construcción de viviendas, industrias, supermercados, carreteras, etc. En consecuencia, el proceso de urbanización de poca densidad de población que está teniendo lugar en los países desarrollados representa un enorme derroche de recursos naturales y de tierra.

Sin embargo, la conclusión no siempre es tan pesimista si se considera la situación de la cubierta forestal. Los bosques, que suelen ser propiedad del Estado o de dependencias suyas, muy frecuentemente están mejor protegidos que las tierras agrícolas. Además, se incorporan en la estructura urbana y, aunque se modifiquen durante este proceso, suelen subsistir. Muchas de las grandes ciudades europeas están rodeadas por extensos bosques que constituyen por lo menos un cinturón de zonas verdes. París es un buen ejemplo de ello. En los Estados Unidos, frecuentemente se mantiene parte de la cubierta forestal original en las zonas residenciales de poca densidad de población, donde los arquitectos paisajistas se complacen en «diseñar con la naturaleza» (McHarg, 1969).

Es más sorprendente que en muchas zonas dedicadas anteriormente a una agricultura de poca densidad de árboles y cuyos suelos empobrecidos han estado sometidos a condiciones de aridez o semiaridez, el número de árboles y arbustos puede aumentar de hecho considerablemente con una urbanización de tipo residencial. Las áreas suburbanas en torno a algunas ciudades suizas, como Ginebra, lo demuestran claramente. Como consecuencia de un tal cambio del medio ambiente, las ciudades jardín suburbanas poseen en la actualidad la mayor densidad de paserininos de Suiza. Aunque tal vez se considere que esto tiene una importancia discutible, indica en todo caso que un ecosistema diverso y biológicamente productivo ha sustituido al ecosistema rural anterior.

Países en desarrollo

Desgraciadamente, tales condiciones favorables raras veces se dan en los países pobres del Tercer Mundo. La urbanización afecta en ellos a más personas que en los países ricos debido a sus altas tasas de natalidad y al éxodo rural generalizado. La mayor parte de los emigrantes a las ciudades del Tercer Mundo, dado que pertenecen a los sectores más pobres de la sociedad y carecen de empleo, sólo pueden disponer del terreno mínimo necesario para construir su vivienda, si es que pueden permitirse comprar algún tipo de vivienda. De esa manera, grandes extensiones de tierra productiva quedan urbanizadas debido al grandísimo número de personas involucradas y al tipo de vivienda más comúnmente adoptado. La limitada capacidad del tipo sencillo de estructuras de un piso que normalmente se construyen suele ser el factor determinante del número de familias que pueden asentarse en una zona. Tales asentamientos muchas veces son espontáneos, y algunos ilegales. La intervención municipal, cuando existe, habitualmente se reduce al trazado de las calles; prácticamente nunca se prevén espacios verdes. Debido a la escasez de espacio y a la falta de idoneidad del medio ambiente, las nuevas zonas urbanas del Tercer Mundo normalmente carecen de árboles, incluso cuando se han levantado en antiguas zonas forestales.

La falta de árboles y de espacios verdes es sólo un aspecto de la situación ambiental frecuentemente desastrosa de muchas de estas nuevas zonas urbanas. Es lógico que no siempre quepa esperar que la plantación de árboles reciba gran prioridad si alguna vez se llegan a tomar medidas correctivas.

El grave problema de la falta de leña y otras formas baratas de energía en las zonas urbanas de los países en desarrollo ha recibido más publicidad que la actividad forestal en el medio urbano en general. La demanda de leña representa tanto un obstáculo enorme como un reto para el desarrollo de dicha actividad. La recogida de leña, unida a un pastoreo excesivo y a prácticas agrícolas nocivas para el medio ambiente, han desembocado en la creación de amplias zonas desérticas en torno a muchos asentamientos urbanos, fundamentalmente en las regiones áridas y semiáridas. Sin embargo, también se observa una grave degradación ambiental en condiciones de mayor humedad cuando la densidad de población es grande. Debido a la destrucción de la cubierta vegetal, los recursos de agua potable desaparecen y las comunidades urbanas quedan expuestas a las tormentas de arena y de polvo durante la estación seca, y a las inundaciones en la lluviosa. La ejecución de amplios programas de silvicultura urbana podría mejorar la situación.

Afortunadamente, algunas ciudades del Tercer Mundo han conseguido mantener o incluso ampliar sus espacios verdes. Los mejores resultados tal vez se hayan obtenido en Singapur, pero también podrían mencionarse otras ciudades de Asia sudoriental y América Latina. Sin embargo, no puede olvidarse que esos resultados sólo parecen posibles cuando el nivel de vida y de educación se han elevado considerablemente. Muchas ciudades coloniales, anteriormente bien dotadas de árboles y espacios verdes, se han deteriorado a este respecto cuando el nivel de vida ha bajado.

Si se compara la situación de los países ricos con la de los pobres se observará que existen muchos casos intermedios, y que lo dicho sólo es válido desde un punto de vista estadístico general. Algunas zonas urbanas deprimidas en los llamados países desarrollados pueden tener mucho en común, inclusive una población en rápido crecimiento, con los asentamientos urbanos del Tercer Mundo. Por el contrario, algunos barrios residenciales ricos de ciudades del Tercer Mundo pueden compararse o incluso ser superiores a sus equivalentes del Norte en cuanto a espacios verdes. Tal yuxtaposición de condiciones suele observarse en las grandes ciudades latinoamericanas, donde existen los signos externos de desigualdad socioeconómica más flagrantes.

A pesar de la crisis de la leña y la escasez de tierra, algunas ciudades del Tercer Mundo han podido mantener masas boscosas más o menos extensas en sus proximidades. Muy frecuentemente esto se ha hecho para proteger importantes cuencas hidrográficas. Un buen ejemplo de ello es el Banco Forest, situado en los alrededores de la ciudad de Abidján en el Africa occidental; en la actualidad, aunque prácticamente rodeado de construcciones y parcialmente degradado, ese bosque constituye la superficie forestal más extensa en su género (bosque hidrofítico sobre arenas sedimentarias en zona tropical húmeda) que queda en Côte d’Ivoire. El conocido bosque de Tijuca, actualmente un parque nacional en los montes de Río de Janeiro, es un caso aún más espectacular. Prácticamente había desaparecido cuando la zona se declaró protegida hace sesenta años. En la actualidad, la vegetación natural ha recuperado en gran parte su estado original; este ejemplo demuestra ante todo que es posible invertir la tendencia. Además, aparte su gran belleza natural, nadie puede negar que ese bosque desempeña una función indispensable de protección ambiental de las zonas más bajas de la ciudad.

Los árboles en el medio ambiente urbano

Se tienen pocos datos científicos válidos sobre los efectos positivos mensurables de los árboles en el medio ambiente urbano. Probablemente ello se deba en parte a la actitud de la población que, particularmente en los países desarrollados, considera indiscutible que los árboles y los bosques tienen siempre ese efecto positivo y, por lo tanto, son algo muy deseable para la comunidad. Durante mucho tiempo se ha dicho que los grandes parques de Londres eran los «pulmones» de la ciudad, sin que nadie supiera realmente explicar cómo «respiraban» de hecho. Por consiguiente, el estimulo a medir tales creencias no ha sido muy grande. Las energías se han orientado más bien – probablemente con razón – hacia cómo salvar los árboles. Existen leyes muy estrictas para la protección de los árboles en muchas ciudades occidentales, lo cual indica que tales esfuerzos frecuentemente han tenido éxito.

PARQUE ARBOLADO EN YOKOHAMA ¿un lujo o una necesidad?

CALLE BORDEADA DE ARBOLES EN AFRICA sombra, leña, forraje y madera

No hay duda de que la población, especialmente la urbana, aprecia sobre todo los valores estéticos y de esparcimiento de los árboles y los bosques. Cuanto más se aleja el ser humano de la naturaleza y menos directamente depende su vida de los procesos biológicos, tanto más desea restablecer algún vinculo con un medio ambiente genuino. Los árboles, debido a su tamaño, forma, color, cambios estacionales e importancia en el paisaje, son el elemento vivo natural más visible y, por lo tanto, más preciado. El verde es el color que más descansa la vista, probablemente porque el hombre se ha desarrollado en un medio ambiente fundamentalmente verde. Los árboles devuelven cierta armonía al medio urbano y, por consiguiente, desempeñan la importantísima función social de aliviar la tensión propia de las ciudades.

Además, se ha demostrado que los árboles tienen efectos físicos beneficiosos. Basta considerar, en primer lugar, la diferencia entre el medio ambiente urbano y el rural. En las ciudades predominan la piedra, el hormigón, el asfalto y el metal, materiales todos ellos que acumulan e irradien calor y tienen un alto poder reflectante de la luz y el sonido. Las actividades metabólicas y económicas calefacción, refrigeración, transporte, industria pesada, etc. – producen grandes cantidades de calor. El aire se satura de CO2, CO, SO2 y otros muchos contaminantes y polvo. De ello se deriva que el clima en las grandes ciudades, especiamente en zonas poco ventiladas, sea muy diferente del de sus alrededores. La temperatura media es más elevada, el aire es más seco y la luz solar es filtrada por la clima o incluso la bruma formada por las emisiones de humos y gases. Sin embargo, las lluvias pueden ser más abundantes y tienden a ser más torrenciales.

Se ha comprobado que los árboles tienen efectos beneficiosos ya que reducen la densidad de polvo, fijan algunas sustancias tóxicas, reducen las temperaturas elevadas y aumentan la humedad relativa. En Frankfurt (República Federal de Alemania) fajas de bosque que a veces sólo tienen de 50 a 100 metros de ancho han tenido un efecto importante por el hecho de reducir la temperatura en 3,5 °C debido a la evapotranspiración, y de aumentar la humedad relativa en un 5 por ciento respecto de los valores registrados en el centro de la ciudad (Bernatsky, 1969).

El polvo transportado por el viento se asentará y quedará retenido en las hojas. Debido a la gran superficie total ocupada por las hojas, los árboles hacen de filtros del polvo. Algunos técnicos forestales han efectuado ensayos comparativos de la capacidad de filtración de ciertas poblaciones de árboles. Otro efecto importante es el de reducir la velocidad del viento en avenidas y parques, lo cual puede potenciar el efecto de filtración del aire por la vegetación. Además de la fijación del bióxido de carbono por la fotosíntesis, las plantas pueden absorber algunos contaminantes atmosféricos a través de sus estomas, contribuyendo así a purificar el aire de las ciudades. Por supuesto, existe un limite a la concentración de contaminantes que una planta puede absorber y seguir funcionando normalmente. La reducción del ruido por los árboles, aunque es una creencia general, resulta difícil de demostrar. Es posible que, más que frenar directamente las emisiones de sonido, reduzcan la vibración, la reflexión y la resonancia de los sonidos producidos en las inmediaciones. Además, la vegetación, y especialmente los árboles, pueden utilizarse en las zonas urbanas como excelentes indicadores de la calidad del medio ambiente ya que reaccionan integrando los factores externos, tanto positivos como negativos.

Aunque el balance sea en gran parte positivo, los árboles también pueden presentar algunos inconvenientes en las zonas urbanas. Por mucha aceptación popular que tengan los árboles, una persona puede encontrarse con que algunos árboles impiden que la luz del sol llegue a su casa o apartamento. Las hojas caídas se han de barrer para evitar problemas en calles y aceras. Los grandes parques y bosques de las ciudades ofrecen un medio favorable a actividades delictivas y deben ser objeto de un rígido control si se desea que desempeñen sus funciones de esparcimiento. Por estas y otras muchas razones, el mantenimiento de una población sana y provechosa de árboles en una zona urbana entraña más costos de lo que generalmente se cree.

Lo que antecede se aplica sobre todo a las grandes ciudades occidentales. Sin embargo, casi todo ello podría aplicarse igual o incluso mejor a las ciudades tropicales, en las que el calor, los contaminantes, el polvo y el ruido frecuentemente alcanzan niveles muy superiores. Como ya se dijo anteriormente, la brecha existente entre los países ricos y pobres también está aumentando en lo que respecta a la actividad forestal en el medio urbano.

En las zonas suburbanas menos densamente pobladas, se considera que el medio ambiente es más humano debido en gran parte a la abundancia de árboles. Debe hacerse todo lo posible para que siga siéndolo, ya que si no el abandono del centro antiguo de las ciudades seria totalmente inútil. El humorista francés Courteline ya habla advertido perfectamente el problema cuando dijo que para escapar a las dificultades de la vida en las ciudades, debían trasladarse éstas al campo…

Problemas y posibilidades de actividad forestal en el medio urbano

La actividad forestal en las ciudades, en su sentido más amplio, ha de estar a la altura de las exigencias si se desea que no se degrade irremediablemente el medio ambiente inmediato de lo que pronto será la mitad de la humanidad. La rehabilitación de los extensos barrios pobres existentes en la mayor parte de las grandes zonas urbanas del Tercer Mundo es ya hoy uno de los obstáculos mayores a un desarrollo socioeconómico sostenido. Es indudable que los servicios de ordenación urbana, que comprenden la actividad forestal, no pueden llevar a cabo esta tarea por si solos. La dificultad principal es ofrecer, mediante oportunidades de empleo, una base económica a la vida de las masas urbanas. Sin embargo, el desarrollo y la acción sobre el medio ambiente deben ser simultáneos. Será difícil lograr progreso social y económico alguno en un medio ambiente insalubre y deprimido. Así deben haberlo entendido las autoridades responsables de ciudades como Singapur donde, junto a un dinámico crecimiento económico, se registra un impresionante nivel de fomento de los espacios verdes.

El medio ambiente en que se desarrollan las plantas, especialmente los árboles de larga vida, ea las zonas urbanas es muy variado y presenta muchas dificultades para los especialistas. Los árboles frecuentemente sólo dispondrán en las zonas urbanas de gran densidad de población de unos pocos metros cúbicos para desarrollar su sistema radicular, mientras que las condiciones en los bosques de las zonas urbanas y suburbanas, aunque son mucho más parecidas a las existentes en el medio rural, siguen presentando problemas muy especiales.

AVENIDA BORDEADA DE ARBOLES EN BEIJING…

…CALLE CONGESTIONADA DE VEHICULOS EN HONG KONG para ambas, se han elaborado programas de silvicultura urbana

El suelo urbano puede ser deficiente en muchos aspectos. Generalmente contendrá poca agua y oxigeno o estará contaminado por gas metano (por fugas de los conductos), hidrocarburos, metales pesados y otras sustancias tóxicas. El endurecimiento del suelo y la pérdida de fertilidad por las continuas pisadas y la falta de renovación de la materia orgánica son problemas que pueden encontrarse fácilmente incluso a cierta distancia de los centros urbanos.

También pueden variar el microclima y el grado de contaminación. En algunas zonas urbanas se ha observado que los árboles crecían más deprisa debido probablemente al alto nivel de bióxido de carbono, pero cualquier efecto positivo suele quedar neutralizado por la influencia de polvo y venenos como el monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, metales pesados, bromuros y cloruros, por no citar sino unos pocos. La resistencia a las sustancias tóxicas varia mucho de una especie a otra. Es interesante observar que una de las especies más resistentes a la contaminación, apropiada para climas templados, es el ginkgo (Ginkgo biloba L.), una conífera caducifolia arcaica originaria de China, que probablemente se habría extinguido de no haber sido por la intervención del ser humano. Constituye un buen ejemplo de las potencialidades imprevistas de una especie arbórea.

Las actividades de esparcimiento, que es el destino cada vez más frecuente que se da a los bosques próximos a los centros urbanos, también pueden dar origen a muchos problemas nuevos. El endurecimiento del suelo es uno, pero la propia vegetación también puede sufrir las consecuencias, especialmente en su etapa de desarrollo vegetativo. La regeneración suele ser más difícil en los bosques situados cerca de las ciudades. Una forma más insidiosa de degradación puede ser la invasión de especies exóticas. Los ecosistemas alterados son invadidos más fácilmente por nuevas especies que frecuentemente se adaptan mejor a condiciones poco favorables. Hasta la fecha, los arquitectos paisajistas y los diseñadores de parques y jardines se han sentido libres para utilizar las especies que consideraran más apropiadas. Las especies perennifolias o de rápido crecimiento generalmente se han preferido a los árboles o arbustos locales caducifolios o de crecimiento más lento. Esto tenía poca importancia cuando las zonas urbanas y suburbanas sólo ocupaban una pequeña proporción de la tierra, pero con la «suburbanización» generalizada, esta actitud podría tener como consecuencia una fuerte reducción o incluso la desaparición de determinadas especies arbóreas y de la flora y fauna a ellas asociadas. En las zonas suburbanas, debe seguirse la política de utilizar en la medida posible especies autóctonas.

El proceso de urbanización es particularmente intenso en determinadas zonas geográficas, sobre todo las costeras. Si no se toman medidas preventivas, todas las costas del mundo podrían estar urbanizadas en un futuro no demasiado lejano. Se reconoce que este fenómeno representa una amenaza para muchos ecosistemas, como determinados tipos de bosques y terrenos encharcadizos que sólo se encuentran en las zonas costeras. Un buen ejemplo de ello es la destrucción de las marismas en el área geográfica de Río de Janeiro. En el este del Brasil, han desaparecido o corren grave peligro de extinción algunas especies de orquídeas y de primates, debido a la destrucción de los bosques locales como consecuencia en gran parte de la urbanización. La destrucción en gran escala de manglares al sur de Florida, en los Estados Unidos, mediante la técnica del drenaje/construcción utilizada para el desarrollo de nuevas zonas residenciales, sólo se detuvo cuando se advirtió claramente que los manglares representaban un hábitat insustituible para muchas importantes especies comerciales, como el camarón en sus primeras etapas de desarrollo.

Aunque la plantación de árboles y el establecimiento de bosques no son la mejor manera de obtener alimentos en grandes cantidades, pueden ser la fuente de otros muchos recursos que son objeto de gran demanda en las zonas urbanas, entre los que cabe destacar el agua y la madera, especialmente la leña.

ARBOLES EN UNA CIUDAD DE CABO VERDE una parte esencial ríe la planificación

Contrariamente a la opinión más común, una cuenca hidrográfica repoblada de bosque normalmente producirá menos agua que otra no repoblada del mismo tamaño y que reciba el mismo nivel de precipitaciones (el fenómeno puede variar en los bosques densos). Esto es consecuencia de la elevada tasa de evapotranspiración de los árboles, que devuelven a la atmósfera una parte importante del agua absorbida, lo cual deberá tenerse en cuenta cuando se trate de obtener el mayor rendimiento posible del agua. El agua proveniente de una cuenca hidrográfica boscosa es limpia y se ha filtrado a través del suelo poroso durante un largo periodo. Se suele preferir tener una corriente constante de agua limpia a disponer irregularmente de un mayor caudal de agua sucia, que siempre es difícil de tratar y almacenar.

Pueden obtenerse resultados notables protegiendo las cuencas hidrográficas. Las 5000 hectáreas de la «Reserva Estadual de Cantareire», establecida hace unos diez años con la asistencia de un proyecto de la FAO, abastece a Sao Paulo del 40 por ciento del agua potable que consume. Aparte el agua, la reserva se utiliza también con fines de esparcimiento y para la conservación y ordenación de una fauna variada, entre la que deben mencionarse diversas especies de serpientes venenosas cuyo veneno se utiliza para la preparación en gran escala de suero antiofídico. Que una zona relativamente tan pequeña pueda proporcionar recursos tan importantes a una de las ciudades más grandes del mundo es un hecho que merece tenerse en cuenta, y debe reproducirse en otras partes cuando sea posible.

La recogida de madera para leña y para la fabricación de carbón vegetal es una de las causas principales de la deforestación de las zonas próximas a muchas ciudades del Tercer Mundo. Debido a que el costo del transporte es elevado, se corta primero la vegetación leñosa más próxima a las ciudades, y después se va yendo cada vez más lejos siguiendo las principales vías de acceso. Como la explotación en la mayor parte de los casos no está sometida a ningún control, tiende a proseguir hasta la desaparición del último árbol. Generalmente no se toma medida alguna de regeneración o, lo que es aún peor, todo nuevo árbol o arbusto que pueda crecer será inmediatamente cortado por los lugareños, que carecen de otra fuente de leña, o por los habitantes pobres de las ciudades si pueden acceder a ellos. Se conocen casos de rápida destrucción de los parques de las ciudades, normalmente durante la noche. Por consiguiente, la constante presión derivada de la recogida de leña hace que la labor del personal forestal que trabaja en el medio urbano resulte prácticamente imposible en muchas ciudades.

Las grandes concentraciones urbanas constituyen un fenómeno nuevo en la mayor parte de las zonas tropicales, especialmente en Africa, que es donde se plantea con mayor gravedad el problema de la leña. Los nuevos habitantes de las ciudades siguen satisfaciendo sus necesidades familiares de energía en gran parte de la misma manera que lo hacían en las zonas rurales. La consiguiente explotación de los árboles, que era tolerable cuando geográficamente era dispersa, se ha hecho devastadora para el medio ambiente con la concentración. Chidumayo (1983) ha mostrado cómo incluso en un país como Zambia, que posee un extenso territorio y una población pequeña, la urbanización puede dar lugar a fenómenos locales de desertificación.

Debido a los bajos ingresos y a la tradición, las dificultades de utilizar nuevas formas de energía como la electricidad o el queroseno, incluso cuando se dispone de ellas, son inmensas.

Se han hecho cálculos aproximados para evaluar la magnitud de los programas de reforestación que se requerirían para satisfacer la demanda actual de algunas zonas urbanas, por ejemplo de Cotonou, en Benin. Se halló que deberían multiplicarse por diez, veinte o más veces los esfuerzos actuales. Muchas personas dudan de que esto sea alguna vez posible en absoluto. Aparte la falta de recursos económicos, no se dispone de tierras suficientes próximas a las zonas urbanas para plantar los árboles necesarios. La solución, si es que hay alguna, consistirá probablemente en una explotación racional de todos los bosques existentes en los países interesados, junto a un desplazamiento parcial hacia otras fuentes de energía.

Algunas técnicas de silvicultura urbana podrían ser útiles por lo menos a escala local. El aprovechamiento de aguas residuales para el riego de bosques urbanos en el Perú en zonas desérticas podría ser una de ellas. En Lima, grandes extensiones de eucaliptos se cultivan de esa manera. La utilísima especie local de algarrobo (Prosopis sp.) está creciendo con suma rapidez en una superficie menor próxima a la ciudad de Piura, en la costa norte. Esta agua, aunque algo depurada en los pozos negros, no tendría la calidad necesaria para la producción de hortalizas u otros cultivos. Este método pare ce sumamente interesante para las zonas áridas donde el crecimiento natural de los árboles de secano es sumamente lento.

La mayor parte de los urbanistas convienen en que, aunque parezca muy difícil, debe hacerse todo lo posible para impedir que las tasas de crecimiento de la población de las grandes ciudades del Tercer Mundo alcancen los niveles estremecedores proyectados para los próximos decenios. Una solución posible seria la creación de nuevas ciudades satélites, autosuficientes en servicios, cuya población se limitaría a un número fijo y manejable. La utilización de árboles y bosques seria absolutamente esencial tanto para proteger el medio ambiente de las nuevas ciudades como para mantenerlas dentro de los limites asignados. El éxito dependería de que las ciudades se mantuvieran separadas. Las principales vías de comunicación no deberían pasar a través de ellas sino de zonas de bosques, a fin de reducir la contaminación y el ruido. Carreteras secundarias enlazarían a las ciudades con la red general de carreteras, y sólo serían utilizadas por la población que viviera o trabajara en cada ciudad.

Desgraciadamente, teniendo en cuenta las circunstancias actuales, tales planes parecen más bien utópicos. Se necesitarían considerables recursos financieros y una firme voluntad política. Siempre es muy difícil oponerse o incluso canalizar la extensión o expansión «natural» de las ciudades existentes.

La actividad forestal en las ciudades habrá de desarrollarse de manera más realista teniendo en cuenta la situación actual, por muy insatisfactoria que ésta sea. Como se ha observado, las dificultades son enormes, pero la experiencia demuestra que pueden realizarse progresos si todos los sectores de la población se sienten involucrados y si la forestación de las ciudades no es un objetivo impuesto a las zonas pobres desde el exterior. Como en la mayor parte de los esfuerzos de desarrollo, la participación activa de la población interesada es la clave del éxito. Lo ideal seria que la propia población plantara y cuidara los árboles.

Conclusión

Las perspectivas de la actividad forestal en el medio urbano varían según se considere lo que está sucediendo en el mundo rico desarrollado o en los países pobres del Tercer Mundo. A plazo medio o corto, las perspectivas pueden parecer incluso brillantes en los países desarrollados, donde está teniendo lugar una urbanización de poca densidad de población y donde el hecho de que la opinión pública esté tomando cada vez más conciencia de las cuestiones ambientales debería por lo menos buenas oportunidades de empleo para los especialistas en este sector. Sin embargo, el mundo es finito y el tremendo crecimiento demográfico en el sur habrá de afectar a las regiones menos ricas del norte más tarde o más temprano. Por lo tanto, deben intensificarse los esfuerzos encaminados a ejecutar programas de silvicultura urbana en las zonas del Tercer Mundo en proceso de rápida urbanización, si no se desea observar cómo se degrada irremediablemente la calidad de la vida de la mayor parte de la población mundial.

La ejecución de programas de silvicultura urbana en los países en desarrollo es una propuesta muy difícil de realizar. El personal forestal que se mueve en un medio urbano se ocupa sobre todo de organismos – los árboles – que, aparte un pequeño número de especies de rápido crecimiento y utilidad limitada, normalmente tardan 40 años o más en poderse aprovechar para obtener madera o con fines de esparcimiento o ecológicos; demasiado tiempo para países cuyas necesidades básicas de alimentos y energía normalmente no se tiene la garantía de satisfacer más que durante algunos meses, si es que se satisfarán en absoluto. Sin embargo, los árboles y los bosques siguen siendo indispensables para la obtención de ciertos recursos como agua y leña, y sobre todo constituyen el único medio de conservar cierta diversidad y estabilidad en un medio ambiente sometido a todo tipo de presiones.

Zonas del Tercer Mundo

Referencias

BERNATZKY, A. 1969, Zur praxis der Begründung von schutz pflanzungen. Actas del primer Congreso Europeo; Influencia de la contaminación atmosférica en las plantas y los animales, Wageningen.

CHIDUMAYO, E.N. 1983, Urbanization and deforestation in Zambia. En Desertification Control Bulletin (PNUMA). Noviembre-diciembre.

IMPENS, R. y STENBOCK-FERMOR, K. 1976, Role and impact of green spaces in urban planning. En The environment of human settlements. Vol. 2. Actas de la Conferencia de Bruselas, abril de 1976. Oxford, Pergamon Press.

McHARG, I. 1969, Design with nature. Publicado para el Museo Americano de Historia Natural. Garden City, Nueva York, The Natural History Press.

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